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Ríe mientras puedas: la dolorosa gentileza de Lanthimos

Por Ana Lissardy

Tipos de gentileza
Yorgos Lanthimos

9 de septiembre de 2024

SumarioEl director griego nos sumerge en un juego de claroscuros donde el humor se entrelaza con la manipulación. Tipos de gentileza recrea, con mordacidad, un mundo que nos asfixia entre risas incómodas y la inquietante proximidad del dolor.

Ana Lissardy

Sobre el autor/a:

Ana Lissardy

Poeta y crítica cultural

Manipulados por la fe ―no solo religiosa. Manipulados por otras personas. Manipulados por nuestra propia mente. Carentes de libertad, de libre albedrío. Asfixiados y, aun así, jugando al boogie, a bailar, a ser seres emancipados, autodeterminados. Cuando la única libertad que tenemos es la de entrar en nuestra propia paranoia.

Salir de ver Tipos de gentileza (2024), la última película del ateniense Yorgos Lanthimos, es la menor gentileza que se puede sentir. El largometraje es un agujero que te traga porque se parece demasiado a la realidad, estando radicalmente alejada de ella. Porque hay un punto en el que el delirio más grande y lo real se tocan. Y ese punto es ahora. No antes. No en otro tiempo. No en otra sociedad.

Lanthimos toma para sus películas un tema social de relevancia y lo estira hasta hacerlo llegar a un surrealismo que, de tan bufo y grotesco, termina siendo un espejo que nos duele.

Lanthimos toma para sus películas un tema social de relevancia y lo estira hasta hacerlo llegar a un surrealismo que, de tan bufo y grotesco, termina siendo un espejo que nos duele. Como en Canino, 2009, una de sus tres primeras películas en griego, que nos desgarra cuando nos muestra el potencial perverso y macabro que se puede esconder detrás de la máscara del cuidado y del amor, y que obtuvo el premio “Una cierta mirada” de Cannes. O en Langosta, 2015, ganadora del Premio del Jurado de Cannes, una distopía sobre la presión social de ser dos y la desesperación que puede generar la solitud ―justamente por esa presión–, con la que saltó al inglés y a un reparto internacional, y pasó de ser un cineasta de culto a uno popular. O, ya habiendo plantado pie en Hollywood, El sacrificio de un ciervo sagrado, 2017 (Mejor Guion en Cannes); La favorita, 2018 (10 nominaciones a los premios de la Academia); y Pobres criaturas, 2023 (que obtuvo cuatro Óscar), esa mirada feminista (¿feminista?) de un Frankenstein que crea a una mujer que busca encontrarse en el mundo, modificándolo desde la libertad.

Y, finalmente, de la libertad de Bella Baxter, personaje protagónico de Pobres criaturas, un año más tarde, a la asfixia de ser manipulados en Tipos de gentileza, película con la que Lanthimos volvió a trabajar con el coguionista de sus películas anteriores a Hollywood, Efthimis Filippou. Juntos, la escribieron por años. Y eriza la piel pensar que lo hicieron observando a la gente, sus comportamientos.

Tipos de gentileza narra tres historias. Los actores (Emma Stone, Jesse Plemons, Willem Dafoe, entre otros) interpretan personajes diferentes en cada una.

La primera historia es sobre un hombre absolutamente controlado por las decisiones de su jefe, quien le marca qué debe hacer en cada momento del día y de la noche. Y es la necesidad de que decidan tu camino; el miedo a la libertad.

La segunda cuenta la historia de un hombre destrozado por la desaparición de su esposa que vuelve pero: ¿es la misma? Un hombre tan devastado que no sabe dónde queda la paranoia y dónde la realidad. Y es la necesidad de encontrar a alguien que esté siempre y que siempre sea igual; es el miedo a la soledad. La tercera cuenta la historia de una mujer que deja todo por una búsqueda espiritual y por encontrar a alguien especial que la guíe. Y es la necesidad de creer, de encontrar sentido; es el miedo a lo cotidiano, al vacío existencial.

Esa angustia de los personajes (de los espectadores) desbarata cualquier intento de certeza, cualquier dogma, amor o creencia de la que busquen agarrarse para entender la ilación de la película y de lo real.


Esa angustia de los personajes (de los espectadores) desbarata cualquier intento de certeza, cualquier dogma, amor o creencia de la que busquen agarrarse para entender la ilación de la película y de lo real. Porque por ahí hay un hombre, RMF, interpretado por Yorgos Stefanakos, que es un personaje secundario y el principal: siempre extremos tocándose. Un hombre que está regido por la voluntad de los demás personajes de las tres historias, los que buscan una salida al sistema, reforzándolo. Él, en cambio, solo parece sentir la incontrovertible resignación a las decisiones de otros.

Ese hombre se nos parece mucho; la sonrisa plácida al comerse un sándwich mientras ocurre todo lo demás. Así nosotros, mientras ocurre todo lo demás. No por nada Lanthimos le pone su nombre a cada una de las historias y es el único actor que mantiene un mismo personaje en las tres partes.

Manipulados por la fe.

Manipulados por otras personas.

Manipulados por nuestra propia mente.

Hay capas y más capas de sentido en Tipos de gentileza. Al final, ya no sabemos si Lanthimos busca hacernos navegar en profundidades o solo reírse de nosotros mientras él mismo se come un sándwich.

Hay capas y más capas de sentido en Tipos de gentileza. Al final, ya no sabemos si Lanthimos busca hacernos navegar en profundidades o solo reírse de nosotros mientras él mismo se come un sándwich. Mientras ruedan los 165 minutos del largometraje, buscamos sentido desesperadamente. O muertos de risa. Esa confusión de interpretaciones posibles sucede dentro de la sala y fuera de ella. En la pantalla y en la realidad. En esta. 2024. Hoy.

¿El valor de este film está en su propuesta o en la realidad a la que alude? Hubo momentos, mientras lo veía o mientras me tapaba los ojos porque no podía ver, en los que me dije: “Lanthimos está sobrevalorado; encontró algo y lo exageró hasta una hipérbole de su estilo que mata su estilo”, y pensé en Emir Kusturica, al que creo que le pasó algo similar.

El surrealismo rocambolesco y la metáfora opaca y transparente al mismo tiempo, tan de ring de boxeo y poesía (perro con cabeza de pato, hombre que se mueve como cabra, en Lanthimos; novia embarazada que se desprende de la tierra y flota, en Kusturica), dieron un toque distintivo al estilo de estos directores. El serbio Kusturica creó, en los ochenta y noventa, con ese estilo, obras maestras tan duras como fascinantes, con música de Goran Bregović que hacía que cada fotograma pulsara contra la pantalla y saliéramos de la sala llenos de adrenalina y provocación. Películas que mostraban historias de gitanos (Tiempo de gitanos, 1988; Gato negro, gato blanco, 1998) o la historia de la ex Yugoslavia desde la Segunda Guerra Mundial hasta la Guerra de los Balcanes (Underground, 1995). Películas con una fotografía tan poética como desoladora; mágica en su brusquedad: velos de novia flotando en el cielo, un tenedor que va por el aire hasta clavarse en una yugular, una mujer bailando seductoramente sosteniéndose del cañón de un tanque de guerra. Pero, al llevarlo hasta la hipérbole, ese toque personal terminó por comerse su estilo. Sus últimas películas de ficción suenan a déjà vu intrusivo; a veces desordenadas o inconexas, y ya no conmueven porque se le ven demasiado los hilos: La vida es un milagro, Prométeme, En la vía láctea, todas realizadas en este siglo.

Algo similar podría estar empezando a asomar en Lanthimos (y ojalá sea solo un momento de refracción), quizás ya desde la escena final de Pobres criaturas. Una escena que resume algo que asoma por momentos en esa película: la equiparación del feminismo a la imitación del estereotipo del comportamiento del hombre, incluyendo el peor comportamiento de ese estereotipo; y ni quiero entrar en lo que significa que el atractivo principal de la protagonista para los otros personajes pasa por ser un cuerpo de mujer con cerebro de niña.

Sí, mientras veía Tipos de gentileza, me acordé de la última escena de Pobres criaturas y de Kusturica, y temí que su estilo termine matando su estilo. Pero después aparecía algo más, un orificio por el que la película nos mostraba a nosotros mismos, los espectadores, y nos hacía ver algo terriblemente doloroso de nuestras vidas. Y mi pensamiento cambiaba y entendía por qué la fascinación por Lanthimos y hasta me acordaba de David Bowie: “Hay un hombre de las estrellas esperando en el cielo. Le gustaría venir y conocernos. Pero cree que podría enloquecernos”. Para volver entonces a la hipérbole y a las dudas. Ese vaivén, ese ir y venir se siente constantemente en la película.

Pero los orificios que aparecen cada tanto valen el film entero, valen Tipos de gentileza, valen Lanthimos. Orificios mínimos por donde se divisa el infinito. Y el infinito dolor.

De esta película se sale heridos, aunque muchos salgan de la sala muertos de risa. Porque en la risa puede esconderse la constatación del más grande terror. Por algo la risa desfigura la cara así.

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