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Del Darién a Fox News

Por Camilo Pino

gif de Constanza Gaggero
Constanza Gaggero

6 de julio de 2024

SumarioDonald Trump apostó en 2016 por la xenofobia y cobró. Su campaña en 2024 ha redoblado la apuesta marcando a los venezolanos como los nuevos “bad hombres”, en un ambiente mucho más polarizado. Así ha logrado poner a los demócratas contra las cuerdas y obligado a Joe Biden a cerrar la frontera.

el autor Camilo Pino

Sobre el autor/a:

Camilo Pino

Es escritor y consultor de medios venezolano basado en los Estados Unidos. Su última novela se titula Crema Paraíso.

En política, la xenofobia paga. La audacia de Trump de centrar su propuesta electoral en la hostilidad hacia los inmigrantes lo llevó a la presidencia en 2016, y bien podría volver a hacerlo en estas elecciones.

Según encuestas recientes de Gallup, “la inmigración” es el tema más importante en la mente de los votantes estadounidenses (27%), seguida de “el gobierno” (18%), y “la economía” (17%). Si nos fijamos en la incidencia del tema entre los republicanos, vemos que casi la mitad (48%) lo considera el asunto más importante del momento, en contraste con el 8% de los demócratas.

En otras palabras, el tema migratorio es idóneo para energizar y movilizar la base republicana en particular, y a la vez saciar el apetito de una campaña signada por los discursos extremos de la guerra cultural.

Quizás la mejor manera de ilustrar el valor de “la inmigración” para el partido republicano, sea comparándola con una de las principales banderas de la campaña demócrata: “el aborto”, que incluso tras la última sentencia de la Corte Suprema desautorizando Roe Vs. Wade, sólo es considerado el tema más importante del momento por el 3% de los votantes de ambos partidos.

"El aborto" sólo es considerado el tema más importante del momento por el 3% de los votantes de ambos partidos.

Trump no es el primer político estadounidense en apostar por la xenofobia. La lista es larga, y en sus casos extremos, monstruosa. En los Estados Unidos ha afectado a irlandeses, italianos, alemanes, judíos, chinos, japoneses, y mexicanos, y más recientemente a cubanos, centroamericanos, haitianos, y venezolanos. Bárbaros de turno vilipendiados a lo largo de la historia en nombre de agendas populistas y racistas.

Ya a finales del siglo XIX y principios del XX, publicaciones como el The New York Times y Harper 's Magazine, describían a inmigrantes europeos como criminales, alcohólicos, y hasta animales.

Tradicionalmente, las representaciones xenofóbicas se han basado en tres prejuicios: los inmigrantes traen crimen, afectan negativamente a la economía, y atentan contra el estilo de vida estadounidense. Aunque estos prejuicios han sido rebatidos en numerosos estudios, es evidente que han calado profundamente en la psique de la nación.

En un mundo en el que las noticias se consumen cada vez más a través de medios partisanos, el impacto de este imaginario en la opinión pública, y en las políticas gubernamentales es profundo y duradero.

Tommaso Protti

Los nuevos bad hombres

En septiembre de 2022, Breitbart News, la página web fundada por el asesor de campaña de Donald Trump, Steve Bannon, publicó una noticia que le daría un nuevo impulso a la cobertura de la inmigración en los medios conservadores: “Venezuela vacía cárceles y envía criminales violentos a la frontera de EE. UU., dice informe del DHS.” Según la historia, un reporte de inteligencia afirmaba que el gobierno de Nicolás Maduro podría estar “liberando intencionalmente prisioneros, incluyendo convictos por asesinato, violación y extorsión” para enviarlos a los Estados Unidos.

Las reacciones no se hicieron esperar. Un grupo de legisladores republicanos escribió una carta llamando la atención a Alejandro Mayorkas, Secretario de Seguridad Nacional, sobre “el grave peligro para los EE. UU.” de la supuesta iniciativa de Maduro. La carta fue acogida con entusiasmo en el programa matutino “Fox & Friends First” de Fox News, en una noticia que vino a marcar el tono de una nueva ola de cobertura de la inmigración:

“Cuando nuestro ex presidente Donald Trump dijo que algunos de estos países no estaban enviando a lo mejor de su población, esto es exactamente a lo que se refería,” afirmó entonces la comentarista conservadora Tomi Lahren.

La inminente llegada de esta nueva tribu bárbara, pronto dotaría a la cadena de Murdoch de material abundante para renovar su discurso xenofóbico.

Si los centroamericanos trajeron a la violenta pandilla MS-13, los venezolanos vienen con El Tren de Aragua, una peligrosa organización criminal “dedicada a los asesinatos por encargo, el tráfico de drogas, el contrabando de armas, y el tráfico humano”, que ya “ha establecido alianzas con otras organizaciones criminales aquí en los EE. UU.”.

Si los inmigrantes tienen un efecto negativo en la economía, los venezolanos, acostumbrados a los vicios del socialismo, no sólo se benefician de los subsidios del estado, sino que se jactan de ello en las redes sociales.

Eso sin hablar de la acusación de violación a Jesús Guzmán Bermúdez en Nueva York, el cruento caso de José Ibarra, sospechoso de asesinar a una joven estudiante de la Universidad de Georgia, y la reciente acusación de asesinar a una menor de 12 años en Texas a Johan Jose Rangel Martinez y Franklin Jose Pena Ramos, dos venezolanos indocumentados que “fueron detenidos y después liberados por la Patrulla de la Frontera”.

No cabe duda de que una de las mayores contribuciones de los inmigrantes indocumentados de los EE UU ha sido proveer de munición y mensajes clave a Fox News y la campaña republicana.

¿Algún criminal de Venezuela en la sala?

Hay que admitir la constancia y disciplina de Trump. Desde su primer discurso electoral, en las escaleras de su flamante torre neoyorquina, su demonización de los inmigrantes ha sido constante, y cada vez más virulenta.

En su primera campaña Trump llamó a los mexicanos “violadores y narcotraficantes”. Una vez en la presidencia, amenazó con militarizar la frontera para meter en cintura a los “bad hombres”, y hasta puso en práctica una política de separación de familias, prohibida posteriormente por una corte federal.

Trump llamó a los mexicanos “violadores y narcotraficantes”.

En su actual campaña presidencial, Trump ha doblado su apuesta por la xenofobia con su promesa de superar la infame Operación Espaldas Mojadas del presidente Eisenhower, y deportar entre 15 y 20 millones de inmigrantes en un operativo militar, sin descartar la construcción de campos de detención en el proceso.

La ola de inmigrantes indocumentados venezolanos llegó justo a tiempo para repotenciar la imagen del “bad hombre” de Trump. Ya sea como excusa para alimentar teorías de la conspiración con datos falsos, o usándolos para divertir audiencias con chistes xenofóbicos, como hizo recientemente en un discurso al preguntar: “¿Hay algún criminal de Venezuela en la sala? Por favor, levante la mano”.

¿Pero qué hay de cierto sobre el impacto de la inmigración venezolana en los EE. UU? ¿Hasta qué punto casos como el del Tren de Aragua, o los crímenes y abusos de inmigrantes venezolanos son un problema nacional, y no episodios aislados, típicos de cualquier ola migratoria de países pobres?

Venezuela es el país con el mayor éxodo migratorio del mundo, sumando más de 7.7 millones de desplazados en los últimos años. Sin embargo, se estima que solo el 7% (730 mil) ha emigrado a los Estados Unidos. En términos porcentuales, los venezolanos representan menos del 2% de los inmigrantes de origen latino en los EE. UU.; población demasiado reducida para tener un efecto real sobre los índices de crimen del país, mucho menos en su economía y su forma de vida.

Los venezolanos, más que una amenaza real, son un poderoso mensaje publicitario para una campaña basada en la xenofobia.

La claudicación demócrata

El presidente estadounidense con el mayor récord de deportaciones en los EE. UU. no es Eisenhower, mucho menos Trump. El honor se lo lleva el mismo presidente al que Trump responsabilizó en su momento de una supuesta crisis migratoria: Barack Obama.

Entre 2009 y 2015 las deportaciones llegaron a 2.5 millones de inmigrantes, superando la suma de todas las llevadas a cabo durante el siglo XX. Por si fuera poco, el gobierno de Obama construyó las celdas donde posteriormente arrestaron a los menores de edad separados de sus familias por la administración Trump.

Es cierto que Biden trató de atacar el problema desde la raíz, al impulsar la aprobación de una reforma migratoria integral bipartidista, que fue saboteada por Trump días antes de su votación. Sin embargo, a apenas cuatro meses de las elecciones, su campaña ha cambiado de estrategia radicalmente, para concentrarse en un mensaje de mano dura en la frontera.

El 4 de junio, Biden firmó un decreto presidencial limitando la tramitación de asilos e implementando nuevas medidas de seguridad para impedir cruces ilegales. El decreto fue presentado bajo el lema: “Asegurando nuestras fronteras”, una variación poco imaginativa del lema frecuentemente usado por los republicanos: “Asegurar la frontera”.

Apenas dos semanas después, el 18 de junio, el Presidente firmó un segundo decreto brindando protección legal a las esposas indocumentadas de ciudadanos estadounidenses, en un intento de última hora de crear un momento mediático similar al creado por el Presidente Obama cuando anunció el el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, por sus siglas en inglés) en 2012.

Esta combinación de mano dura en la frontera, con una política de integración de los latinos indocumentados en territorio estadounidense, está diseñada para atraer a los latinos de segunda generación, un grupo de votantes con una visión ambigua sobre la política migratoria. En una encuesta reciente de Axios y Telemundo, el 64% de los latinos registrados para votar consultados dijeron estar de acuerdo con “otorgar al Presidente la autoridad para cerrar las fronteras de EE. UU. si demasiados inmigrantes intentan ingresar al país.”

Las presiones de una campaña sin un líder claro, el fracaso demócrata en comunicar un mensaje migratorio propio, y la lamentable popularidad de la xenofobia trumpista, parecen haber esquinado a la campaña demócrata.

Al adoptar una versión edulcorada del discurso de Trump, Biden no sólo legitima de manera implícita la xenofobia de Trump, sino que participa en un juego de suma cero.

Si bien el grueso de los votantes latinos están de acuerdo con el control del flujo de inmigrantes indocumentados en la frontera, también es cierto que la gran mayoría, el 59%, “apoya que los refugiados que huyen del crimen y la violencia en América Latina puedan solicitar asilo en los EE. UU.” Un discurso de mano dura al inmigrante podría ser contraproducente para la campaña demócrata y erosionar aún más su tensa relación con los votantes latinos en estados como Arizona o Nevada y por tanto, costarle la presidencia.

Ahora que la campaña está por entrar en su etapa final y los indecisos terminan de definir su voto, Biden cuenta con una última oportunidad para articular un mensaje alternativo, que promueva una solución de raíz y defienda las contribuciones de los inmigrantes en un país fundado, construido y mantenido por ellos.

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